viernes, 4 de septiembre de 2009

El zoo

Cuando Dafne llegó a casa después del largo día se tumbó en el sofá porque necesitaba descansar. Él la había dejado en casa y le había dicho que mañana fuera a recoger su coche, que estaría durante toda la tarde en su casa y que a ella no le haría falta el automóvil por la mañana, ya que iba a la biblioteca. Dafne pensó que estaba dispuesta a pasarlo bien a olviar todo lo que había pasado. La vida le ofrecía otra oportunidad y la iba a aprovechar. Nunca podía haberse imaginado que se lo pasaría tan bien en el zoo. Estuvieron todo el día viendo animales, haciéndose fotos con ellos, disfrutando del espectáculo de los delfines. Disfrutaron como dos niños pequeños sobre todo cuando vieron al orangutan tirado en el suelo y tapándose la cabeza con un papel de periódico para que no le diera el sol. Durante toda la jornada hubo risas, abrazos, fotos, en definitiva instantes que provocaron algún que otro beso, pero después de los cuales no dijeron nada y continuaron con su visita. Ahora que estaba en casa Dafne pensaba lo bien que lo pasaba con él, lo a gusto que se encontraba, parecía que el tiempo no había pasado y que los años de ausencia se habían convertido solo en unas horas. Estaba tranquila y un poco ilusionada, él parecía que ahora quería otra cosa, ya no le interesaba tanto sus proyectos en el extranjero, ahora quería volver a casa y eso significaba volver con ella. Dafne recordó los últimos días antes de su partida, las discusiones, las peleas, las suplicas por parte de él para que se marchara con ella a Nueva York, ya que era muy importante para él ese ascenso en el trabajo, iban a ser solo unos años y después regresarían a casa, pero Dafne en aquel momento a pesar de que lo amaba decidió quedarse porque sus proyectos de investigación era también muy importantes para ella. A pesar de que le dolía con todo el corazón tenían que separarse, él no lo entendió y le dijo que ya no quería saber nada más de ella y así había sido durante cuatro años no habían mantenido comunicación alguna, ni por teléfono, ni internet y Dafne había sufrido con toda su alma aquella separación.
En estos años más de una vez se arrepintió de no irse con él pero ni siquiera se atrevió a llamarlo para decirselo porque imaginaba que ya habría rehecho su vida, pero por lo que parecía estaba solo igual que ella, así que ahora tenía que estar tranquila y esperar acontecimientos, sabía por propia experiencia que los nervios no eran buenos.
Después de descansar Dafne llenó su bañera y se dispusó a darse un largo baño de espuma, sabía que mañana lo volvería a ver por la tarde, así que no lo llamaría ni nada para que no pensará que era una impaciente, ni que estaba deseando escuchar su voz.

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