jueves, 27 de agosto de 2009

La cena

Dafne se estaba dando sus últimos retoques de maquillaje cuando sonó el videoportero, no se lo podía creeer eran las nueve en punto y él ya había llegado a recogerla, algo había cambiado en todo ese tiempo se había convertido en puntual antes siempre llegaba media hora tarde. Lo cogió animadamente y dijo que ya bajaba. Se saludaron con un tímido beso en la mejilla y caminaron hacia uno de los restaurante favoritos de los dos, El Trastevere. La noche era perfecta la primavera ya había llegado y se podía disfrutar del olor y los contrastes de esta estación llena de vida. Dafne estaba nerviosa hacia más de cuatro años que no cenaba con él y no sabía como abordar la noche. Llegaron al restaurante y todo sucedió de una manera natural comenzaron a charlar de lo divino y de lo humano. De repente se quedó callado y la miró con esos ojos color miel que Dafne se sientió turbada y un escalofrío le subió por todo el cuerpo, él de dijo que la amaba que ahora sabía que no podía vivir sin ella que no entendía como pudo ser tan estúpido y dejar pasar a una mujer maravillosa y que le había amado sobre todas las cosas. Dafne no sabía que decir estaba nerviosa y aturdida le dijo que por favor no siguiera por ahí que en esos momentos su cabeza esta echa un lio y que necesitaba tiempo para comprender todo lo que habían sucedido en las últimas horas. Él accedió y cambio de tema recordaron sus viajes a países exóticos como aquel que hicieron a la India y lo divertido que fue cuando se montaron en los elefantes. Aquella noche fueron todo risas y recuerdos. Después de cenar él acompañó a Dafne a su casa y le preguntó si podía subir ella le dijo que sí. Hacia cuatro años que él no volvía a aquel ático que había formado parte de su vida, aunque nunca vivieron juntos pasó muchos momentos en aquel piso. Cuando entró vió que las cosas habían cambiado ya no había fotografías de él se habían cambiado por cuadros y fotografías realizadas por ella. Dafne le sirvió una copa y él le preguntó si se podía quedar a pasar la noche, ella le contestó que sí, pero que no harían nada que lo único que necesitaba para que esa noche fuera perfecta es que la abrazará y sentir de nuevo su cuerpo junto al suyo en la cama, que con ese gesto comprobaría si verdaderamente había vuelto porque la quería. Él aceptó y le aseguró que solo la abrazaría que con eso era suficiente porque la amaba y entendía sus recelos.

1 comentario:

  1. Es un sueño que siempre he tenido: montar en elefante. Espero cumplirlo algún día.

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